La idea de «lo mejor» o «lo favorito» me parece extraña. Habiendo tantas posibilidades y siendo el mundo tan complejo como es, el elegir una o unas pocas cosas y calificarlas de esa manera me parece un disparate.

Hay un área de mi vida en la que esa idea no aplica. Sí tengo un escritor favorito: Terry Pratchett. A Terry comencé a leerlo hace ya casi veinte años y pronto me di cuenta de que sus libros eran algo especial, algo que resonaba en mí como ninguna otra lectura. No pienso que Terry Pratchett sea el mejor escritor y he leído muchas otras cosas que son fabulosas de distintas maneras; hay algo en el estilo de Pratchett que me acerca más a su universo literario. Ese algo es complicado de describir y el atajo para hacerlo es asegurar que mi escritor favorito es Terry Pratchett.

Terry habría cumplido 75 años el día de hoy.

Su muerte, en 2015, me dolió de una forma inesperada. Nunca antes había sentido pena por la muerte de alguien a quien no conociera personalmente, entonces fue una sorpresa darme cuenta a los pocos días de ese 12 de marzo de que estaba pasando por un duelo.

Quizás fue la idea de que ya no volvería a recibir una nueva novela del Mundodisco y que las historias quedarían inconclusas, o la sensación de injusticia frente a su prematura muerte por Alzheimer, o el pesar de no haber llegado a conocerlo: albergaba la idea de, algún día, hacer un viaje a Inglaterra a una de sus firmas de libros y obtener un ejemplar firmado; el caso es que aceptar la idea de su muerte me llevó un buen tiempo, al punto de no tener ganas de leer sus libros, como si tratara de mantenerlo vivo artificialmente. Siempre que tenga libros de Terry sin leer, habrá Terry para descubrir.

Pero Terry está muerto y no hay mucho que hacer ahí. Incluso ahora, tras todos estos años, tengo libros de Pratchett sin leer. Aunque pasan largos periodos sin que abra alguno de ellos, siempre recuerdo el 28 de abril.

Feliz cumpleaños, Terry. Me habría gustado conocerte.