Desde que comencé a usar un administrador de contraseñas me hice el hábito de usar contraseñas seguras y únicas para cada servicio digital al que me apunto. Cuentas de correo electrónico, servicios de transporte, del gobierno, de plataformas de compraventa… llevar el registro del par usuario-contraseña en una base de datos es bastante sencillo. Esto, sumado a la facilidad con la que puede uno crear cuentas en cualesquiera servicios hoy en día, puede provocar que la base de datos crezca demasiado.

Recién me di cuenta de que en mi base tenía más de doscientos veinte cuentas registradas, lo que me hizo preguntarme si realmente necesitaba tener tantas. La respuesta, como a muchas preguntas relacionadas con la vida digital, es no. Realmente uno no necesita tantas cuentas activas en servicios tan distintos y de los que la gran mayoría son usados una o dos veces.

Así que me puse a depurar mi base de datos. En orden alfabético, una por una, me hice las siguientes preguntas:

  • ¿Es un servicio que utilizo de manera constante? (Constante = al menos una vez por semana).
  • ¿Es un servicio necesario? Por ejemplo: la cuenta asociada a la aplicación del banco, aunque no la use en varias semanas, podría entenderse como necesaria ya que ahorra mucho tiempo al facilitar las operaciones de manera digital. Una cuenta en una tienda de ropa no es necesaria, siempre se puede comprar en «modo invitado».
  • ¿Recordaría tener este servicio si me hubiera puesto a hacer memoria? Para la inmensa mayoría la respuesta es «no».

Además de las preguntas anteriores también aproveché para cambiar el correo electrónico asociado a esas cuentas. Estoy viendo maneras de salirme (hasta donde sea posible) del ecosistema de Google y una de ellas es cambiar de proveedor de correo electrónico (por el momento estoy con Tutanota). Y ya que estamos, pues de una vez actualizamos esas contraseñas que llevan cuatro años siendo las mismas (pésima práctica). Y de paso agregamos un «recordatorio de expiración» para todas, que me avise dentro de un año que hay que renovar dicha credencial. Pos oye. Ya me decía mi madre que si a uno le piden hacer algo, hay que hacer bien ese algo e ir más allá.

Una cuestión a la que me enfrenté y que no me había pasado por la cabeza es que no todos los servicios digitales ofrecen un procedimiento sencillo para eliminar cuentas de usuario. Crear una cuenta es tan fácil como hacer dos clics, pero eliminarla muchas veces requiere de un proceso digno de cualquier dependencia gubernamental. Pronto me vi enviando decenas de correos a distintos servicios pidiendo la eliminación de mi cuenta. Algo que tampoco me pasó por la cabeza es que recibiría respuestas: al momento de escribir esto alrededor de la mitad de correos enviados ya fueron respondidos, lo cual me deja bastante tranquilo.

Tras finalizar el proceso de purga ahora tengo 86 registros en mi base de datos. En los próximos días trataré de llevar esa cifra a 50. ¿En qué momento se suscribe uno a tanta pendejada?