En Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, se relata el encuentro del navegante Lemuel Gulliver con los houyhnhnm, una raza de seres con la apariencia de caballos que han perfeccionado el uso de la razón.

Es curioso comprobar que en la Ciudad de México tenemos nuestra propia especie de estos seres; la cual difiere sustancialmente de la descrita en el libro de Swift. No hay que desanimarse: las personas caballo de Ciudad de México, de apariencia completamente humana, exhiben ciertos comportamientos que permiten al ojo atento identificarlos. En esta ocasión describiré tres posibles indicios que sugieren la presencia de una persona caballo.

Lo más inmediato es su caminar. Las personas caballo deben tener alguna suerte de auriga invisible, puesto que torcerán su rumbo como tirados de riendas interiorizadas, las cuales gobiernan sus cabezas. De esta forma, si voltean a la izquierda, irán hacia la izquierda; y viceversa. Como resultado, uno puede notar que las personas caballo zigzaguean cuando se desplazan por la calle: cada giro de su testa se corresponde con un cambio de rumbo.

Otra notoriedad es el volumen que ocupan en el espacio. Como todos saben, los caballos se distinguen por contar con unas grupas de grandes proporciones, lo que los hace sumamente aptos para las caminatas y las carreras. Este volumen, sin embargo, puede convertirse en un obstáculo para el resto de seres que compartimos ecosistema con las personas caballo. Si uno tiene la suerte de encontrarse una caballada en la calle, es más sencillo cruzar y continuar camino en la otra acera, ya que caminan hombro a hombro y es imposible colarse entre ellos, amén de que el estado por lo general apacible de estos seres los conmina a transitar con toda la premura de la que sería capaz una abuelita promedio.

El último rasgo auxiliar en esta tarea taxonómica, es el sonido que las personas caballo emiten. Al no ser completamente caballos, no sería del todo correcto indicar que este sonido es un relincho. Es más una suerte de sempiterno bisbiseo intercalado con explosivos chillidos, por lo general agudos, aunque no es raro encontrar ejemplares que alcanzan tonos bajos. Estas características hacen de las personas caballo criaturas sumamente ruidosas, lo que es especialmente notorio en salas de cine, bibliotecas, funerales y, en general, en lugares donde el resto de seres humanos guarda silencio.

He enumerado tres rasgos que espero sean de utilidad al momento de identificar tan fascinantes criaturas. Aunque son una especie muy interesante, me parece que el apelativo temporal de personas caballo no les hace justicia y creo pertinente reconsiderar la manera como denominamos a esta especie. Eso, lector, lo dejo a su amable consideración.