Me gusta caminar. Lo hago a tal punto que tengo permanentes moretones en las uñas de los pies: me precio de hacerlo a una velocidad que, por lo elevada, me hace intolerable como compañero de paseos. Al caminar, lo que se dice caminar de veras, casi siempre estoy solo. Subir cerros y desviarme de los senderos para adentrarme entre la maleza es algo que me fascina.
La fotografía se cuenta entre mis diversiones, me interesan sobre todo los retratos, la arquitectura y la naturaleza. Supongo que todo ello se conjuga en la fotografía documental.
Me gusta mucho leer. Hubo un tiempo en que leía como un obseso; mis circunstancias actuales ya no son tan permisivas. Disminuí mi consumo de ficción (cuentos, novelas) e incrementé mi consumo de ensayos y artículos. La poesía siempre me ha resultado esquiva (¿o yo a ella?).
Hay tres sitios que para mí son visita obligada cuando voy a un lugar que no conozco: la plaza pública, el mercado y la iglesia. Me gustan los cementerios. Creo que escribir es tan importante como respirar o comer. Detesto el calor, pero si tengo que elegir entre la tibieza de permanecer en casa o el infierno de viajar a un nuevo sitio, elijo el infierno.
Me ponen incómodo lo ostentoso, cruzar la calle junto a conocidos y tener que hablarle de mí a personas que no conozco. No me gustan los restaurantes refinados. Me fastidia la petulancia del arte contemporáneo. Suelo decir que soy ateo y constantemente pienso en la idea de dios. No comprendo a las personas que en la calle son incapaces de caminar en línea recta y que estorban con su zigzagueo. Nunca me han interesado ni el fútbol ni los automóviles.
Constantemente pienso en la muerte. Si no me vigilo tiendo a caer en depresión con relativa sencillez. No me considero un suicida. Soy más un alma triste (o, si se prefiere, melancólica) que alegre. Una sensación a la que tengo que hacer frente de manera constante es la soledad.
Cuando me encuentro en la tierra de nadie que es el breve tránsito de la vigilia al sueño suelo tener ligeros espasmos. Prefiero las horas albas que las crepusculares. Tengo cierta tendencia a quemar naves, tirar puentes y hablar de forma figurada. No creo que haya algo más allá de la muerte, por lo mismo me es sencillo desprenderme de las cosas o de las personas. Escribir este boceto me tomó tres meses y un día.