Decía Juan Rulfo que «no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte». Comparto la idea, con una ligera modificación: son el amor, la muerte y el miedo los temas literarios universales.
De esta arbitraria división tripartita me quedo con la muerte. Es el tema que más me llama la atención: en mis textos y cavilaciones gravito hacia las cuestiones fúnebres, y estoy seguro de que algo de la imposibilidad de conocer la muerte propia tiene algo que ver con esa fascinación que ejerce en mí.
Hay pocos libros —de entre los que conozco, al menos— que traten el tema de la muerte con tanto acierto como lo hace Día de muertos y otras reflexiones sobre la muerte, de Francisco González Crussí. Esta joya llegó a mí como tantas otras: por recomendación de un amigo. Se trata de una pequeña colección de seis ensayos que, con una perspectiva mexicana-estadounidense y con la subtrama de la grabación de un documental como común denominador, aborda la muerte desde los detalles más mundanos: féretros, embalsamamiento, la fetidez de la descomposición; hasta las más intrincadas preguntas filosóficas: qué hay después de la muerte, por qué es imposible concebir la muerte, los cambios que ocurren en nosotros cuando conocemos la realidad de nuestra propia muerte inevitable.
El estilo del libro es poético, mas no rebuscado. Además no es posible hablar de la muerte —más allá de las cuestiones médicas, y aún así— sin entrar en terreno poético; ¿cómo de otra forma podríamos poner en palabras aquello que no admite ni siquiera la contemplación del pensamiento íntimo? González Crussí, quien es médico de profesión, realiza una estupenda labor literaria describiendo los distintos aspectos de la muerte. De este volumen pueden ser extraídas numerosas citas y razonamientos, uno de los cuales —mi favorito— es el siguiente:
[…] la muerte, el epítome de la aniquilación, aniquila cuanto toca […], incluso la conciencia pensante que intenta enmarcarla en conceptos. Es imposible que la muerte sea el objeto de un sujeto pensante, pues un sujeto pensante siempre es un sujeto vivo. Así pues, la muerte ha de ser el objeto sin sujeto, lo cual es imposible.
Este libro me recordó un poco a Canastitas en serie, de Bruno Traven, en el sentido de que tiene un sabor mexicano palpable, si bien desde una perspectiva estadounidense. González Crussí es mexicano de nacimiento, aunque ha pasado gran parte de su vida en Estados Unidos. Se habla, por ejemplo, del día de muertos, de la tradición de redactar calaveritas literarias (que en la traducción del libro se denominan calaveras), del ambiente festivo, irónico y mordaz que rodea el tema de la muerte en la sociedad mexicana. Ese fue realmente un detalle que me gustó.
De los seis ensayos hay uno que me pareció literariamente hermoso: Dos escenas no filmadas. Cuenta dos historias de la vida del autor que agregan una perspectiva muy humana. Son como cuentos independientes. Es complicado hacer ese tipo de elecciones, pero si tuviera que recomendar únicamente una pieza de las seis, elegiría Dos escenas no filmadas.
Sin duda este es un libro que recomiendo muchísimo a quienes estén interesados en el tema de la muerte. Muchas gracias a Jeff por la recomendación.
