23 de febrero

(mediodía)

Mamá me ha levantado temprano hoy. Escuché su voz a la distancia, acompañada del trajín usual en la cocina. Pero la hora no fue usual. Demasiado temprano para un fin de semana. Bajé y la encontré haciendo el desayuno. Estaba muy seria; pregunté qué pasaba. Voy al hospital a visitar a mi tío. ¿Tengo que ir? Sí.

No quise contradecirla y al poco rato ya íbamos en camino. Condujo más silenciosa que de costumbre, ni siquiera encendimos la radio. Llegamos, dejamos el auto en una calle lateral y entramos a los terrenos del hospital. Espera aquí, la visita es solamente una persona. Además es tu tío, pensé.

Escribo esto mientras espero fuera, en una banca de piedra que me adormece las piernas. Hace mucho sol. Al menos estoy en la sombra, pero si mamá no sale pronto tendré que mudar de sitio. Aquí se está relativamente bien, no hay nadie cerca que me moleste.

(más tarde)

El tío de mamá ha sufrido una recaída. Al parecer ya no le funcionan los riñones, o algo así. Mamá no ha tenido fuerza para explicarme.

Ahora vamos camino a casa. En silencio.

28 de febrero

Mamá se ha pasado todos estos días yendo al hospital. Bueno, casi todos. Mis tíos también se la viven allá. Me parece irónico que haya gente que se la viva en el hospital mientras esperan a que sus familiares se mueran.

3 de marzo

(por la noche)

No sé cómo sentirme. ¿Se supone que debería estar triste? Al tío prácticamente no lo conocí. No siento nada por él. Pero mamá es diferente. Creo que debería sentirme mal por ella. Imagino que ver a su tío en ese estado debe ser horrible. ¿Cómo se sentirá? Apostaría que una parte dentro de ella desea la muerte de su tío. Por “no verlo sufrir” y todo eso.

¿Qué tan cerca nos pone de los homicidas el pensar así?

4 de marzo

No sé cómo me siento. No sé si no siento nada o solamente estoy impresionado de ver llorar a mamá.

7 de marzo

(por la mañana)

El hermano menor de mamá llegó hoy en la madrugada. Mamá fue a recogerlo al aeropuerto. Creo que lo he visto una vez en mi vida. Según mamá el vuelo fue como de cinco horas. Se suponía que mi tío se quedaría con nosotros, pero al final decidió quedarse en un hotel relativamente cercano al hospital.

Mejor así. Nos ahorramos la incomodidad.

10 de marzo

(por la noche, con mucho sueño)

Escuché a mamá discutir hace rato. Ya me estaba quedando dormido y me despertó su voz fuerte. Estaba hablando por teléfono y no entendí lo que decía, pero sonaba muy molesta. Creo que ella y los tíos han estado discutiendo. Supongo que tienen que distraerse de alguna forma, aunque me parece estúpido lo que hacen. Mamá ha bajado la voz y sigue alegando, pero bajito. Ya me voy a dormir.

11 de marzo

(por la mañana)

Hace un rato me despertó el timbrazo del teléfono. Escuché a mamá contestar, pero después no escuché más. Me dio curiosidad, así que me levanté y me acerqué a la cocina. Mamá estaba en medio de una representación perfecta de un ensayo teatral, con la mano cubriendo su boca y todo. Acto seguido se soltó a llorar. No fue un llanto descontrolado. Se trató más de un lloriqueo quedo, como si tratara de no molestar al mundo.

Ahora escribo esto mientras tomo un pan con café. Mamá se fue hace un rato, apresurada. No dijo mucho más, excepto que volverá más tarde.

(por la tarde)

Mamá ha vuelto. Me ha pedido que me aliste para salir. Ahora se ha encerrado en su cuarto y aunque ella piense que no, la escucho llorar.

(cerca de medianoche)

Creo que me arrepiento de haber traído mi diario. Al principio me pareció buena idea, pensé que podría aprovechar para escribir un rato. Pero estas sillas son muy incómodas y me estoy fastidiando. Además hay mucha gente. Y demasiado silencio. El ataúd está en medio de la sala, como si fuera un objeto en exhibición. Ahora que lo escribo creo que la metáfora no es tal. El ataúd es, de hecho, un objeto en exhibición. Más aún: es un objeto pensado para exhibir.

Qué rara costumbre. Reunirse para contemplar un cadáver.

Tengo sueño. Estoy harto de esta silla y de toda la gente que se acerca diciendo “buenas noches”. ¿Qué tienen de buenas? Todos nos sentimos incómodos y encima hay un muerto ahí frente a todo mundo.

Trataré de dormir.

12 de marzo

(por la noche)

Hoy fue el entierro. Me siento muy cansado. Hay algo que quiero contar, pero tendrá que esperar a mañana, quiero domir.

La verdad es que no creo lograrlo. Sigo pensando en ella.

13 de marzo

(cerca de medianoche, al fin en casa)

Conocer a alguien nuevo es siempre irritante. Me repugna ese intercambio de frases tan corteses como falsas. No, no me interesa qué estudias ni si tienes hermanos. Tampoco quiero saber tus problemas. Y todos coincidimos en que el clima es un puto asco, así que ahórrate el comentario. Después, el silencio. El pinche silencio de siempre. Para distraerme trueno los dedos de mis pies. Es una buena escapatoria: nadie se da cuenta del espasmo y me ayuda a liberar la tensión.

Ayer me di cuenta de que conocer a alguien no es tan malo siempre que estés en un entierro.

Siempre sí logré dormir en el funeral. Unas horas al menos. Al otro día (o sea, ayer en la mañana) volvimos a casa a comer algo y bañarnos. Después, de vuelta a salir, esta vez para ir al entierro.

¡Qué pinche incómodo y cansado es que se muera alguien!

Nos fuimos, pues, al panteón. Había mucha gente. Al menos es un panteón lindo, no demasiado grande, con muchos árboles. Y viejísimo. Todos los panteones dan la sensación de ser viejos. Y aun así fueron nuevos en algún momento.

En ese panteón está enterrada la mamá de mi mamá y el resto de sus tíos, todos juntos. Y ahora enterraron al último que faltaba. Y ahora mamá ya no tiene mamá, ni tíos. Creo que el llanto de todos estos días la ha hecho envejecer frente a mis ojos.

Mientras bajaban el ataúd al agujero y el padre decía sus cosas yo estaba algo apartado. Toda la familia (los adultos, al menos) estaban llorando. Había también muchas otras personas. Amigos y vecinos y ve tú a saber a qué tantos más invitaron. Debe ser raro en verdad invitar a alguien a un funeral. Algunos de mis primos estaban por ahí, pero decidí alejarme de ellos. Qué fastidio. Me puse a ver los alrededores. Había algunas tumbas muy modestas y otras que eran auténticos mausoleos. Y entonces la vi.

Estaba ahí, de pie, un poco apartada del grupo. Sentí una emoción muy rara al verla. Creo que la palabra es sobrecogimiento. Claramente sentí cómo me subía la sangre a la cara. No creo que nadie lo haya notado, pero debe ser una verdadera vergüenza ponerse rojo en medio de un entierro.

Me dio esa sensación de sentir que no eres tú mientras me acercaba a ella como quien no quiere la cosa. Cuando estuve más cerca (y en un mejor ángulo) la miré disimuladamente. Por lo que alcancé a ver tenía ojos y labios hermosos, pero lo que más me llamó la atención fue su cabello: largo, negro y cayendo a los lados. Me sentía muy nervioso. Acompañaba sus ojos con una ligera sonrisa, apenas perceptible. Me pareció sumamente irrespetuoso y divertido que estuviera sonriendo en una situación como esa. Pero no iba a yo a quejarme, obviamente. Ahora que escribo me pregunto si de casualidad no será alguien de la familia. No lo creo, ya lo sabría.

Estuvimos ambos en silencio y cuando terminó la ceremonia fingí demencia, me acerqué a mamá y me fui con ella.

El fantasma de su imagen sigue pegado en mi retina.

14 de marzo

(en la noche, ¿pero acaso importa eso?)

Todo me habla de ella. Me parece estúpido. Apenas si la conozco. Quiero decir, sé que existe y nada más. ¿Por qué pienso tanto en ella, entonces? Es ridículo, pero creo que es precisamente porque no la conozco. Si como algo, me pregunto sobre sus comidas favoritas. Si salgo a caminar, me pregunto por dónde andarían sus pasos. Si respiro, trato de imaginarme el sonido de su respiración y la sensación de su aliento en la piel.

Mira qué gracioso. He encontrado algo más fastidioso que un funeral: pensar en alguien.

Pensar en ella, específicamente.

15 de marzo

Creo que podría hablar todo el día de ella. Recuerdo sus ojos y me llega esa sensación que no tiene nombre. De verdad que esto es un fastidio. Ni siquiera quiero escribir sobre ella, supongo que por orgullo, pero al mismo tiempo sí quiero. Pero es que tampoco puedo escribir. ¡Carajo! Me siento tan distraído que únicamente atino a tejer fantasías vaporosas. Tan poco sé de su vida que me llama más la atención todavía. Me pregunto sobre su edad, creo que es más grande que yo. (bueno, eso seguro)

Me quedé con una enorme sensación de impotencia por no poder hablarle. ¡Malditos funerales, malditos entierros y malditos muertos!

16 de marzo

(por la tarde)

No pude concentrarme ni un solo momento en todo el día. Los profesores hablaban y hablaban y yo solamente podía recordar su sonrisa. La imaginé tomando clases. ¿En qué escuela? ¿Qué materias? ¿Qué cosas le llamarían más la atención?

Estoy hecho un mar de dudas.

Creo que me siento triste. Me pone triste no saber nada de ella.

17 de marzo

la estridente alarma de la mañana, el desayuno, lavarme los dientes, tomar el bus, sentir el frío matutino en la piel, el café aguado de la cafetería, la tarea que no hice, mis compañeros entrando en tropel como babuinos, las clases, el laboratorio de química, la música en mis audífonos, el bus de vuelta, la cena frugal de una familia de luto, las sábanas con olor a jabón, la oscuridad al echar las cortinas de mi habitación

todo me habla de ella

18 de marzo

(por la mañana)

Hoy amanecí de buen humor. Me cuidé mucho de no demostrarlo a mamá, quien sigue con la mirada decaída. Pero por dentro me sentí realmente emocionado. Decidí que iré a verla. Le compraré flores. Es lo que se hace, ¿no? ¿Qué flores le gustarían? No tengo ni puta idea. Ahora voy en el bus camino a la escuela. En la tarde la buscaré.

Mientras, todo me habla de ella. Hasta este maldito bus con sus irritantes traqueteos.

(después de clases)

Tuve la tentación de preguntarle al cejotas por tipos de flores, pero me aguanté. No quiero que me esté jodiendo con el asunto. Ahora voy de nuevo en el bus. Tengo un nuevo dilema: el color. No es suficiente con no saber el tipo de flores adecuadas y encima tengo que pensar en el color. ¿Rosas rojas? No, demasiado obvias. Qué complicado, carajo.

(florería)

ya las compré, son blancas y tienen un aroma muy agradable, espero que le gusten saqué una foto del ramo recordatorio: mostrarle la foto a mamá al llegar a casa

(de nuevo en el bus; atardecer)

Tengo una sensación muy extraña en el pecho. Me siento aliviado (supongo que fue un día muy tenso) y no precisamente feliz, pero sí con una sensación agradable. Y al mismo tiempo me siento triste. Ahora me doy cuenta de que la tristeza de antes era cualquier cosa, pero no tristeza. ¿Cómo iba a sentir tristeza, si ni había pasado nada todavía? Tristeza la de ahorita, de a de veras, ahora que todo ha pasado.

Le llevé las flores. En la entrada el vigilante me preguntó que a qué iba, pero mostré el ramo y me dejó pasar. Ya sabía dónde estaba, no fue necesario preguntar ni nada. Conforme me acercaba me sentí más nervioso, hasta que la tuve enfrente. Tenía la misma bonita sonrisa que tengo grabada en mi memoria. Aunque la foto está en blanco y negro, es una foto de buen tamaño y está metida no sé de qué manera en la piedra de modo que se ha conservado bien. Y ya por fin supe su nombre.

Malinali. 1925 - 1947

Pues sí, más grande que yo por algunos años. Estoy algo impresionado de pensar en esa vida tan corta.

Me he quedado mucho rato viéndola y haciéndome preguntas sobre su vida.

Y casi me suelto a llorar.

Pero me aguanté. Hace mucho que no lloro. Me tragué el sentimiento y me fui.

Todo me habla de ella.

Estoy por llegar a casa. Al rato vuelvo a escribir algo, supongo.

19 de marzo

(apenas pasada la medianoche)

No puedo dormir.

Llevo horas repitiendo su nombre en mi mente.

Malinali.

Y solamente escucho silencio.