Distingo dos literaturas de Henning Mankell: la novela negra y la literatura de denuncia —a falta de un término más apropiado. Ahora me asalta una pregunta: ¿es la novela negra una manifestación de la literatura de denuncia? No lo sé. Lo que sí es claro es que, aunque sean ambas denunciantes, no son la misma cosa; no en el caso de Mankell, por lo menos.

El secreto del fuego es un ejemplo de la literatura de denuncia de Henning Mankell. Nos habla de África, específicamente de Mozambique, y de la historia de una pequeña niña que se ve enfrentada demasiado pronto en la vida a la crudeza de la realidad. El mundo comete grandes injusticias, está lleno de males innecesarios y mi responsabilidad es reaccionar, decía Mankell. Fruto de esa convicción escribió libros que nos hablan de esas injusticias, particularmente las que tienen lugar en África, continente que Mankell tenía siempre en el corazón y en el que vivía durante la mitad del año.

Una de esas historias es la de Sofia.

¿De qué va esta novela?

Sofia vive con su hermana y sus padres en un poblado en Mozambique. La vida transcurre a su propio ritmo, con naturalidad, mientras la vieja y sabia Muazena le habla sobre los secretos del fuego. Una noche llegan los bandidos. Y con ellos, muerte y destrucción. Sofia se ve obligada a huir y a emprender una marcha larguísima en busca de un nuevo hogar.

El secreto del fuego es el primero de una trilogía de novelas que Henning Mankell escribió sobre la historia de Sofia, nuestra protagonista. Me encantó, me pareció entrañable y ya quiero leer las siguientes dos: Jugar con fuego y La ira del fuego.

Con la lectura de esta novela me quedé reflexionando sobre un aspecto central en la narrativa de Henning Mankell.

Mostrar el horror sin maquillaje

La historia de Sofia es una que fácilmente podría ser víctima de la inmediatez morbosa, del sensacionalismo o de esa falsa compasión en la que tanto se regodean los miserables y que provoca ver al otro como un disminuido, sin apreciar su propia valía. Mankell no es nada de eso. Es sobrio en su escritura y nos muestra las situaciones, sin endulzar o justificar y, lo más importante, sin rasgarse las vestiduras en esa pantomima ridícula que los falsos empáticos ejecutan para presumir los unos a los otros su supuesta buena fe.

El estilo de Mankell es directo, dice las cosas sin rodeos, crudas. Leer sobre esas grandes injusticias narradas de esa manera provoca un gran impacto en el lector. Mankell narra las historias de injusticia con un gran respeto hacia los involucrados, sin tratar de ponerse a sí mismo en primer plano, o de imponer su visión, sesgada por naturaleza. Me parece que en donde más retumba la realidad es al aire libre: sin maquillaje, sin tapujos, sin eufemismos; más que en las cavernas del sesgo, donde los ecos distorsionan nuestra percepción de aquello que vemos y nos inclina a caer en la falsa compasión, o en algo peor.

Mankell es así. Nos dice las cosas. Nos dice: mira, aquí está sucediendo esto. En este sitio hay personas muriendo todos los días por la guerra, el hambre, la enfermedad. No tendría por qué ser así, pero así es. Así son las cosas. ¿Ves esa niña pequeña que va corriendo por ahí? Ha perdido todo. Y aún no sabe leer ni escribir.

La realidad cruda es su sello.

El secreto del fuego es todo eso que la literatura de denuncia es para Mankell. Cruda, sincera, emotiva. Me parece una muy buena elección para comenzar a leer al autor sueco, si se desconoce su obra: la lectura lo pone a uno sobre aviso de lo que se viene con su literatura; de la misma manera, otras obras de denuncia como Tea-Bag o Moriré, pero mi memoria sobrevivirá, participan del estilo y la intención narrativa que Mankell cultivó durante muchos años. Totalmente recomendables.

La responsabilidad, siempre, es reaccionar

Esta novela es resultado de la indignación que resulta de ver sufrir al otro nomás porque sí, nomás porque en el azaroso evento de su nacimiento le tocó un país en guerra, o en hambre, o en enfermedad, o todo junto: una pequeña niña que nace en Mozambique durante la guerra civil y que antes de aprender a leer y a escribir se ve obligada a experimentar la muerte, la pérdida y el éxodo. Sin ser amarillista o cursi, con toda la sobriedad y franqueza que un asunto así amerita, Mankell nos obsequia una historia estremecedora y entrañable, envuelta en la expresión más potente de su literatura.