Long story short: No.
¡Esa película es un libro!
Cuando era pequeño y estaba adentrándome en el mundo literario, descubrí un hecho que me asombró: las películas (gran parte de ellas) estaban basadas en libros. Sucedía que, tras ver una película, me enteraba que estaba basada en alguna novela. Ocurrió con cintas como Jurassic Park, El planeta del tesoro, la saga de Harry Potter y la de Las crónicas de Narnia, El señor de los anillos, entre muchas otras. Esta revelación en seguida fue complementada con otra.
En esa época había visto las dos primeras películas de la saga Harry Potter —Harry Potter y la piedra filosofal y Harry Potter y la cámara secreta—; poco después, mi mamá me regaló un ejemplar de la segunda novela escrita por J. K. Rowling. Comencé a leerla y, de inmediato, me percaté de una serie de elementos que no aparecían en la versión cinematográfica de la historia. Esto me causó un estupor todavía más pronunciado. Las películas eran distintas a las novelas en las que estaban basadas. Siendo el mocoso que era, ese simple hecho me impresionó vivamente.
Más aún: los filmes podían diferir sustancialmente de las novelas.
Por ejemplo: la saga de películas Las crónicas de Narnia de los años 2000 comienza con la entrega El león, la bruja y el ropero, cuando la primera novela de esa saga escrita por C. S. Lewis es El sobrino del mago. En la adaptación al cine de la obra de Lewis se saltaron un libro que, a mi parecer, es fundamental en la historia. No solamente nos explica el origen de Narnia, del ropero, de la bruja; también es una de las novelas más entrañables de la heptalogía.
Después de experiencias similares, dado que el niño que era disfrutaba más de las novelas que de las películas, desarrollé la estúpida idea de que los libros eran mejores que las películas basadas en ellos y que éstas son mejores tanto más cuanto que logran ser fieles a la obra original.
¿Qué entendemos por “fieles”?
El cine y la literatura son medios distintos. Muchas veces, como lectores, el cariño que le tenemos a las obras literarias puede nublarnos el juicio y no dejarnos comprender esa verdad tan evidente. El cine tiene un lenguaje propio, lo mismo que la literatura; ambos lenguajes no son directamente comparables, ni compatibles. Lo que funciona en un medio puede no funcionar en otro. Adaptar una obra literaria al cine no se trata de copiar la novela, sino de traducir una historia de un medio a otro.
Entonces: las obras cinematográficas no son fieles cuando son espejos o calcas de las literarias. Son fieles cuando la idea central del texto se encuentra inmersa en la pantalla. Si el cine logra transmitir, en su propio lenguaje, la misma idea que está tratando de decir la literatura, ahí estamos hablando de una obra fiel a la original.
Entonces, ¿son mejores los libros o las películas?
Ya no pienso que la calidad de una película esté determinada por el grado de fidelidad que tiene para con la novela que le dio origen. Dicha calidad tiene que ver con —¡sorpresa!— qué tan buena es la película en sí misma. Una cinta que no puede ser entendida sin referirse a la obra literaria es un fracaso.
Libros y películas nunca serán directamente comparables. En realidad, cuando decimos que el libro “es mejor” que la película, lo que estamos diciendo es “el libro es bueno, la película es mala” o “disfruté más el libro que la película”. También ocurre a la inversa: hay películas que disfrutamos más que los libros correspondientes.
Hay personas que piensan que la película debe ceñirse lo más posible al libro, tratar de ser una copia de éste. Esta idea, como ya lo dije, me parece estúpida. Hay personas que consideran que sí, que la película debe respetar el argumento central, pero que puede salirse un poquito aquí y un poquito allá, con tal de que la historia encaje bien en el nuevo formato. Hay otros, como yo, que pensamos que el cine no se debe andar con miramientos y debe hacer todo lo necesario para obtener una obra relevante. Si es necesario sacrificar en un altar una obra literaria, si es necesario mutilarla, cercenarla, escupirle en la cara, orinarse en ella; si todo eso nos va a dar una buena historia, adelante. El cine debe funcionar por sí mismo y no como un mero espejo de la literatura. Al cine lo que es del cine.
Pongamos por caso El señor de los anillos y El hobbit, de J. R. R. Tolkien. Ambas obras fueron adaptadas a la gran pantalla por Peter Jackson; ambas son adaptaciones que se alejan sustancialmente de las novelas de Tolkien: me parece imposible que alguien sea capaz de calcar a Tolkien en una película, o serie. Comparten otras similitudes: son trilogías, tuvieron un presupuesto espectacular, algunos actores de El señor de los anillos repitieron papel en El hobbit, etcétera. Una diferencia fundamental es que El señor de los anillos es una obra cinematográfica maestra y El hobbit es una porquería.
Quizás es una aseveración radical. Nada que hacer ahí: la verdad tiende a ser de esa manera.
El señor de los anillos supo adaptar lo literario al nuevo medio y mostrarse como una obra épica, majestuosa, legendaria. Precisamente lo que son las novelas de Tolkien. El hobbit, en cambio, es una amalgama de sinsentidos, clichés, cursilerías y callejones sin salida, todo aderezado de un espantoso CGI. Lo único que me parece loable de la malograda trilogía es la música de Howard Shore.
Otro ejemplo de una buena adaptación cinematográfica es Låt den rätte komma in, basada en la novela homónima de John Ajvide Lindqvist. En la película se omiten varios detalles de la trama, en particular los más polémicos, además de que se elimina toda una subtrama. Eso no demerita el valor de la cinta, que en sí misma tiene todo lo que necesita para ser considerada una buena película de vampiros.
Sigo prefiriendo los libros
De manera general disfruto más leer una novela que ver una película, eso no ha cambiado desde que empecé a leer. Lo que sí cambió es que ya no creo en esta guerra artificial entre dos medios que pueden producir obras de gran calidad de manera independiente. Cine y literatura se complementan, se nutren e inspiran mutuamente. Eso es una gran ventaja.
Digresión final
Las palabras filme, cinta, película tienen su origen en el material usado para las grabaciones. No me parecen adecuadas para denotar lo que conocemos como películas. En el ámbito literario, por ejemplo, tenemos novela, cuento, poema, metacuento, etcétera; no vamos por ahí llamando papiro a todo lo que produce la literatura. La expresión obra cinematográfica me parece más precisa, con el enorme inconveniente de que es engorrosa y suena un poco pedante (como si eso me importara, je, je). ¿Cómo, pues, nombramos a las obras cinematográficas en una sola palabra que no nos recuerde las cintas de celuloide?