Del libro que da título a esta entrada compré un ejemplar hace tres o cuatro años y por diversas circunstancias fue hasta hace poco que terminé de leerlo. Mejor dicho: decidí poner un alto a su lectura.

Vamos por partes.

Uno de los cuentos clásicos de terror más parodiados, homenajeados e imitados es La pata de mono. Llegué a él precisamente por un capítulo de los Simpson en que hacen referencia a esta historia; vi el capítulo, lo disfruté y me olvidé de ello. Algún tiempo después un amigo me habló del texto durante una breve charla sobre historias de terror; creció mi curiosidad y me propuse leerlo a la primera oportunidad (uno de los propósitos más incumplidos, me parece). Así pues un día fui a la librería y compré una copia de la antología editada por Valdemar y que lleva por título La pata de mono y otros cuentos macabros.

Y, en una demostración de buen juicio, de inmediato presté el libro.

Afortunadamente me fue devuelto entre ocho y dieciséis meses después y de esa manera pude hacer con él lo que todo lector que se precie desea hacer con los libros que recientemente ha adquirido: guardarlos en algún lugar desde donde se vean bien y que a la vez sus silenciosas miradas acusadoras no nos molesten mucho.

Lo dejé en mi librero hasta que los vecinos se quejaron de los sofocados gritos de auxilio provenientes de mi departamento que de vez en cuando se alcanzaban a escuchar. Entonces lo saqué del estante, lo limpié y me puse a leerlo. El primer cuento, La pata de mono, es una delicia. Comienza un poco flojo, sin fuegos artificiales, con un estilo que a mí me supo arcaico, como una lectura de Agatha Christie. La trama es simple, sin aspavientos. Algo que me agradó mucho fue que las decisiones que toman los personajes son las que mueven la historia hacia su desenlace, el cual me pareció lo mejor del texto.

Los puntos flojos del cuento son quizás el haber envejecido un poco mal (¿qué historia es inmune al paso del tiempo?) y la experiencia lectora de la antología como un todo. Sobre esto último es que quiero hablar más, pues el libro no tiene nada más a La pata de mono y sería injusto reseñarlo sin hablar del resto de cuentos.

El término “macabro”

Algo que aprendí durante la redacción de esta entrada es el significado de la palabra “macabro”. Anteriormente intuía que significaba “espantoso” o “terrorífico”, con un leve sabor a “morboso”. Por ello, el subtítulo “y otros cuentos macabros” me causó extrañeza después de leer el libro y ya iba a ponerme a criticar dicho subtítulo cuando hice una consulta al DRAE sobre la palabra en cuestión y he aquí lo que encontré:

Que participa de la fealdad de la muerte y de la repulsión que esta suele causar.

Este descubrimiento cambió en parte mi opinión sobre el libro, que antes era “pues de macabros no tienen nada” a “ciertamente son cuentos macabros”.

En La pata de mono y otros cuentos macabros nos vemos expuestos directamente a la muerte en todos los cuentos que lo componen, no hay uno solo en que este atributo esté ausente. De los dieciocho cuentos que tiene la antología, me quedo con cuatro: La pata de mono, El pozo, El barco desaparecido y Tres a la mesa; son, en mi opinión, los mejores, aunque La pata de mono es con mucho el más destacado. El resto no es que sean malos, si no que pasan sin pena ni gloria. En realidad más con pena que con gloria, pues me tomó unos tres meses acabar el libro y de hecho me faltó leer un cuento, pero decidí poner un alto y reseñar el libro sin leer El sirviente del hombre moreno, que es un cuento largo, además. En algún futuro lo leeré, sin duda.

Resumiendo: diré que es un libro pasable. El primer cuento lo recomiendo mucho, es un referente del terror que hay que conocer, el resto de textos ya no me parecen indispensables.

De la trama no quiero comentar nada porque son cuentos y cualquier cosa que les diga les puede arruinar la experiencia lectora, así que aquí la dejamos. ¿Me gustó el libro? Sí, particularmente La pata de mono. ¿Lo recomiendo? Misma respuesta que la anterior, añadiendo “con algunas reservas”. ¿Aprendí algo nuevo? El término “macabro” ahora me queda claro. Qué buena palabra, además.

Ya por último y como nota informativa: descubrí que en esta edición La pata de mono está incompleto. Así como lo leen: al cuento le falta un párrafo. Es muy curioso porque en la traducción española no es evidente dicha falta, en un punto de la lectura se siente como un pequeño salto, nada alarmante. Me di cuenta porque decidí leer el cuento en inglés y ahí fue que vi el párrafo perdido. Y pues eso: en este libro al mejor cuento le falta un pedazo.