En la cuna situada en la habitación del último piso, un bebé duerme plácidamente. Unos pisos más abajo, sus padres y su hermana mayor son brutal y silenciosamente asesinados. El asesino se dirige hacia el último piso, dispuesto a terminar su trabajo… y se encuentra con la cuna vacía. El bebé ha escapado y conseguido llegar a un viejo cementerio, situado en lo alto de la colina, donde es recibido por personas… por sombras que alguna vez fueron personas. El niño se queda ahí, mientras el hombre del puñal lo busca sin parar. En algún momento tendrá que salir del cementerio…

El libro del cementerio es un libro de fronteras. Un libro para apátridas, huérfanos y demás seres que se encuentran atrapados entre dos mundos irreconciliables y, sin embargo, unidos. Es un libro que nos habla sobre el espacio que hay entre la vida y la muerte, la incertidumbre que caracteriza el tránsito de la niñez a la edad adulta, las visiones espectrales que pueblan los confines de la vigilia y que parecen sacadas del mundo de los sueños. Es un libro sobre la tierra de Nadie.

¿Quién de nosotros no ha transitado la tierra de Nadie en su solitario derrotero?

Gaiman es capaz de entretejer las más extrañas historias, muchas de ellas préstamos claros de diversas mitologías e incluso de otros autores (Gaiman admite que se inspiró en El libro de la selva, de Rudyard Kipling, para escribir esta novela), en un único cuento coherente y entrañable. Es una historia que por momentos se siente lenta e inacabable y cuando menos te das cuenta ya has terminado sus menos de trescientas páginas. El ritmo de la lectura me pareció muy acorde con el contenido del libro: se siente pausado y a la vez veloz, como el paso del tiempo en, precisamente, un cementerio.

El callo que tiene Gaiman para relatar historias que sean igual de significativas para el público infantil y el público adulto se pone de manifiesto también en esta novela. Si bien llego a la conclusión de que el libro pude haberlo disfrutado más (en el sentido de la aventura), si lo hubiera leído cuando contaba con unos diez años, la realidad es que ahora como adulto el texto me plantea preguntas que seguramente habrían pasado desapercibidas en una lectura infantil.

Es inevitable para mí comparar a El libro del cementerio con otras obras de Gaiman del mismo corte: Coraline y El océano al final del camino. Las tres tienen en común que sus protagonistas son niños que se encuentran justo en la etapa de transición a un mundo cada vez más soso, alarmante e irreconocible. Estas historias tienen la particularidad de que son entrañables tanto para el mundo adulto como el infantil. En los tres libros antes citados los protagonistas reciben cierta ayuda de otros entes, humanos o no, para enfrentarse con aquello que amenaza su existencia. No obstante, al final siempre terminan solos. Creo que esta es una característica que hace valioso este tipo de textos. La humanidad se ve reflejada en ellos: todos nosotros recorremos la vida de manera solitaria, quizás coincidiendo con otros en algún punto, quizás los senderos no se separan lo suficiente para perdernos de vista e impedirnos el diálogo; mas la marcha es de cada quien y es un recorrido cerrado, sin huellas, sin senderos y, quizás lo peor: sin destino.

Es una soledad acompañada, si se me permite la expresión.

A fin de cuentas esa es una forma de definir la literatura. El acto de escribir es solitario, el acto de leer también lo es y si bien podemos compartir nuestras impresiones, discutir las tramas y debatir nuestros puntos de vista, la vivencia es de cada quien. Cada uno de nosotros, con sus particulares anhelos, miedos, convicciones y demonios damos forma a aquello que nos es transmitido por medio de la narración y lo hacemos nuestro o lo rechazamos según nos convenga.

No sé ustedes, a mí eso me parece maravilloso.

Hay un par de detalles en el libro que no terminaron de convencerme, pequeñeces en cuanto al desarrollo de la trama, que no son lo suficientemente grandes como para detener la lectura, ni suficientemente pequeñas para pasar desapercibidas. En cualquier caso creo que sí hace falta ser un poco quisquilloso para reparar en ellas, por lo que una lectura no demasiado exigente en cuanto a la trama ni siquiera notará que están ahí. De todos modos esto no es más que una anotación, el libro sí que lo recomiendo y estoy seguro que más de uno lo disfrutarán tanto como yo lo hice.

El libro del cementerio me deja con muchas preguntas que nada tienen que ver con la historia que relata. Son esas preguntas incómodas que nos han quitado el sueño como humanidad durante miles de años, desde que el ser humano es humano, para ser específicos. Independientemente de la edad del lector, este libro sabrá llegar por algún lado a lo profundo de nuestros seres.