El ejercicio de escribir en gran parte es mera necedad. La necedad de aporrear el teclado (o «empuñar la pluma», si prefieren un estilo más arcaico) a sabiendas de que, probablemente, el resultado no será más que un galimatías horroroso. Como yo que, ya muy entrado el nuevo año 2019, me dispongo a redactar una entrada para dar rienda suelta a todas mis ideas acerca del año que acaba de morir.
Creo firmemente que el correr del tiempo no puede juzgarse de manera que podamos decir tajantemente: «X año fue mejor que Y». O, «el mejor año de mi vida fue Z». Como seres humanos tenemos la natural tentación de clasificar las cosas, de otro modo nos volveríamos locos ante la inmensidad y complejidad del universo, sin embargo creo que es prudente reservar cierto margen al hablar de qué tiempos son mejores que otros. Esto es porque para mí un día es indistinguible de otro, en el sentido de que los cambios en nuestra historia y persona son paulatinos y no se notan de inmediato, por supuesto con algunas excepciones.
Con lo anterior en mente no diré que 2018 fue el mejor año de mi vida. Eso sería una tremenda necedad y vaya que yo sé de necedades. De cualquier manera no puedo evitar reconocer que 2018 fue un año muy particular. Durante sus 365 días ocurrieron muchas cosas que han modificado sustancialmente mi existencia.
Para mi deleite y buena fortuna este año realicé varios viajes: comencé el año en Puebla, después fui a Acapulco, a mediados del año visité Oaxaca dos veces (y me enamoré desaforadamente de ese estado), mi primer viaje con amigos fue a León, Guanajuato y para finalizar visité Jalisco y Aguascalientes.
Además hice mi servicio social, a principios del año tuve que decir adiós a un trabajo que me gustaba mucho debido a mi situación escolar, a finales del año encontré un nuevo trabajo. Hice nuevos amigos y me reencontré con otros de quienes me había distanciado un poco. Empecé a aprender Lengua de Señas Mexicana (LSM) gracias a una nueva amiga.
La relación de noviazgo más significativa que he tenido llegó a su fin.
Además hay una serie innumerable de nuevas experiencias y cambios que no mencionaré aquí por espacio y por ser demasiado personales.
Es indudable que la vida se ha portado generosa conmigo. Puedo decir que soy, en este momento, feliz.