Anécdota del metro

Son cerca de las 10 de la noche. La excepción de la norma: el vagón tiene poco espacio libre, mas no viene atestado. El metro se desplaza rápidamente y llega pronto a la estación de Mixiuhca. Unos pocos pasajeros se apean, son reemplazados sin dilación. El pitido que escupen unas bocinas decrépitas anuncia el inminente cierre de puertas. Poco antes del consecuente entrechocar de las láminas, dos pequeños niños se cuelan al vagón. El mayor tendrá unos siete u ocho años, viste ropas raídas y sucias que comparadas con su rostro parecen pulcras. El pequeño es apenas un mocoso, escasamente tendrá cuatro años. Su cara está tan limpia como la del otro rapaz. El mayor lo tiene fuertemente sujeto del hombro, en la otra mano carga una negra bolsa de plástico. El niño de la bolsa alza la mirada, suelta el hombro del chiquillo, dispuesto a vocear algo. Mas de inmediato abre los ojos con sorpresa, palidece y la aguda voz que ha estado a punto de surgir de su garganta muere en sus labios como un suspiro. Raudo, sujeta de nuevo al pequeño y cierra lentamente la bolsa negra. Frente a él, en la puerta opuesta, cinco policías discuten un asunto animadamente. Unas cuantas personas se interponen entre ellos y el par de niños. El chiquillo mira extrañado al niño de la bolsa, quien hace un gesto discreto para que el otro guarde silencio. Los policías ya se han percatado de la presencia de los dos vagoneritos, aunque por el momento no han mostrado mayor interés. Una fugaz sonrisa ha aparecido en el semblante de uno de los uniformados. La indecisión del niño mayor y su miedo son palpables. El vagón está silencioso, excepto por la conversación que sostienen los policías. Poco tiempo falta para que el metro llegue a la estación Velódromo. Entonces, uno de los policías exclama:

—Dale, no hay problema.

El niño de la bolsa observa extrañado al gendarme que ha hablado. Parece dudar, la desconfianza se asoma desde sus ojos. Abre la boca, la cierra. Vuelve a abrirla para cerrarla de inmediato. De nuevo, un poco más fuerte, se escucha la voz del policía:

—¡Échale, no hay falla!

En seguida se escucha una voz aflautada:

—Sí mire si lo prefiere se va a llevar el chocolate de marca de calidad a diez pesos viene calado chocolate de calidad solo diez pesos…