De los numerosos territorios oníricos que de vez en cuando se me concede visitar, hay algunos que he visitado tantas veces que ya me resultan familiares, casi hogareños. Tanto es así que cuando vuelvo a ellos hay una parte de mí que está consciente de que estoy en un sueño, porque solamente a través de los sueños puedo llegar a dichos parajes.

De estos territorios familiares hay uno que destaca especialmente de los demás por sus elementos de misterio y miedo: las Casas de Terror. He bautizado así a este tema onírico precisamente por su parecido con las homónimas atracciones de feria. Si bien las Casas de Terror suelen manifestarse en muy diversas formas, los componentes esenciales se ven inalterados: pasillos estrechos, con numerosos recovecos y que atraviesan habitaciones ocasionales; oscuridad casi absoluta; una necesidad urgente de entrar a ellas; compañeros de viaje; engendros, demonios, monstruos que pululan por todo el lugar.

Estas piezas son capaces de construir diferentes escenarios: he visitado Casas de Terror incendiadas, en medio de un bosque tenebroso, dentro de otros edificios aparentemente normales (me viene a la mente el pasillo que descubre Coraline en su casa y que la lleva  a la casa de la Otra Madre, la cual, por supuesto, habita una Casa de Terror). En alguna ocasión la Casa era un pasillo de un museo después de cerrar, en otra había tomado la forma de una escuela. En fin, ya se imaginan las diferentes posibilidades.

Lo curioso es que rara vez siento miedo cuando visito una Casa de Terror. En la vigilia no soy precisamente una persona muy valiente, ni siquiera acostumbro ver películas de terror (las personas que me conocen saben que suelo cerrar los ojos para evitar los jumpscares). Me sorprende que estos sueños no me hagan despertar bañado en sudor frío.

Esto viene a cuento porque el día de hoy soñé una Casa de Terror que sí me despertó del miedo. Me encontraba en una casa de color verde, o al menos la atmósfera tenía un color verdoso y me sentía sumamente enojado porque un sujeto al que podemos llamar… Hurto, había osado chantajear a personas cercanas a mí, a quienes podemos llamar… Sublime, Acicate y Oxímoron. Pues bien, yo me dirigía a la casa verde para vérmelas con Hurto, cuando entré me di cuenta de la trampa en que había caído, pues Hurto no era más que un pequeño peón azuzado por una Dama terrible, quien no había dudado en usarlo como carnada. Olvidé por un momento a Hurto, sin que el coraje contra él disminuyera en mí, y me dirigí escaleras arriba para encontrarme con la Dama. En este punto, y esto es algo de lo que no estoy seguro, me acompañaban otras personas para apoyar mi cometido, pero en cuanto alcanzamos las habitaciones superiores comprendí que era imposible enfrentarse a una Dama tan poderosa, así que entré en pánico y corrí buscando una salida. Corrí y corrí por pasillos poblados de gritos y susurros, con pasos reverberando detrás de mí y sin saber si estaba solo, si mis compañeros iban conmigo o si ya los habían devorado. Las paredes verdes no cesaban y las estancias se oscurecían cada vez más; sentía una presencia detrás de mí a punto de darme alcance, cuando entreví a lo lejos una ventana: la única ventana de toda la Casa. Me lancé hacia ella sin pensarlo, estaba cerrada, un parpadeo y estaba abierta, algo me decía que en cuanto lograra saltar por ella la Dama dejaría de perseguirme, pero tenía que alcanzarla y corrí más, escasos tres metros que parecían kilómetros, quizás una fuerza extraña alargaba sobrenaturalmente la distancia que me separaba de la salvación, pero finalmente logré alcanzar el marco de la ventana, torpemente me apoyé con las manos y salté, salté hacia un árbol que se encontraba fuera de la Casa y descendí por su tronco, aliviado, suspirando, feliz de llegar al suelo y de haber escapado de esa maldita Casa. Entonces volteé hacia arriba, para observar la ventana de la que había brincado y no la pude ver, vi verde, pero no eran las hojas del árbol que había amortiguado mi caída, era un verde grisáceo muy oscuro, me di cuenta que estaba de vuelta en la habitación de la ventana, observando una pared, dirigí la vista hacia el frente y ahí estaba ella, delgada, vestida de blanco, sin rostro. Apenas pude verla cuando alzó la cabeza y saltó hacia mí, con sus huesudos brazos extendidos, yo brinqué hacia atrás, esperando alcanzar la ventana de nuevo y entonces abrí los ojos y estaba tumbado en mi cama boca arriba y por un momento creí ver a la Dama demonio de pie en el marco de la puerta de mi habitación.

Ignoro qué fue de Hurto y de mis compañeros de viaje. Estoy casi seguro que Sublime, Acicate y Oxímoron se encuentran bien en la vida real. No he podido quitarme el sueño de la mente durante todo el día porque sé que, eventualmente, volveré a entrar a esa Casa.