El mito del vampiro siempre ha ejercido en mí una fascinación tremenda. Ni zombis, ni brujas, ni demonios, ni momias, ni empleados de la tesorería; ninguna otra aberrante criatura es capaz de provocar en mis entrañas tal terror y curiosidad malsana como hace el vampiro. Esta propensión mía al príncipe de las tinieblas quizá tenga algo que ver con mi gusto por los murciélagos. Tal vez.

Låt den rätte komma in es un libro de vampiros escrito por el sueco John Ajvide Lindqvist. Algún tiempo después de su publicación se estrenó una adaptación de la misma nacionalidad a la gran pantalla, a la cual llegué por una breve recomendación en alguna página de Internet. En cuanto vi la película quedé totalmente prendado no sólo de la trama, sino además de la fotografía, la música, el idioma. Ya hablaré de la cinta en alguna otra ocasión. Quiero ahora centrarme en el libro de Ajvide porque mi inclinación natural es hacia la literatura, no hacia el cine.

Así pues, a pesar de que vi la película hace ya muchos años, no conseguí un ejemplar impreso de Låt den rätte komma in sino hasta hace una semana. Comencé a leerlo de inmediato. No esperaba una gran sorpresa porque ya conocía el filme de sobra y sabía que como adaptación es bastante fiel. También porque cuando busqué más datos sobre el libro en Internet se me develaron algunos detalles muy importantes de la historia. Es lo que tiene buscar información en la web.


Me equivoqué. Ciertamente la trama no me sorprendió en el sentido de ofrecerme mucha más información que la que ya tenía. Me sorprendió sobre todo la manera en que Ajvide narra los pasajes más cruentos del libro. Con una frescura, como si nada pasara. Låt den rätte komma in es un libro duro, pesado, porque no solamente habla de los vampiros siguiendo el folclore (algo que se agradece sobremanera en esta época de vampiros cursis), sino porque habla de lo peor que tiene el género humano. Es una ironía curiosa: por un lado el monstruo indiscutible, el parásito, el terror nocturno, el vampiro; por el otro alcoholismo, drogadicción, acoso escolar, pederastia, marginación social. Ajvide nos remite a la pregunta que nos planteara Shelley con su Frankenstein o el moderno Prometeo: ¿quién es el verdadero monstruo?

A todo esto, ¿cuál es la trama? Oskar es un niño que vive con su madre en Blackeberg, un suburbio de Estocolmo. Es constantemente atormentado por sus compañeros de clase y no tiene ningún verdadero amigo. Hasta que una noche llega Eli. Entre Eli y Oskar surgirá una relación muy poco convencional, al tiempo que en Blackeberg se desata una ola de asesinatos inexplicables para la policía…

Este es el segundo autor sueco que leo, después de Henning Mankell, y me parece que empiezo a detectar cierta tendencia en la literatura sueca. Quizás me equivoque, pero la constante en los suecos es una pesadez tremenda en sus libros. No necesariamente porque sean malos o que no tengan buen ritmo; leer a Mankell o Ajvide es como una caminata en invierno: nieve profunda que dificulta el paso y un entorno que se expresa en tonos marrones y escala de grises. El viajero no puede ver el final del sendero, que se encuentra bordeado de árboles, y por más que camina el paisaje no cambia. Eventualmente, después de mucho andar y tropezarse con las raíces escondidas en la nieve, se vislumbra al final el destino del viajero: la colina. Al llegar a la cima el viajero da media vuelta y aprecia el panorama del bosque que ha cruzado. Así es leer a un sueco.

Ya que he mencionado a Mankell aprovecharé para afianzar la endeble relación con Ajvide que establecí en el párrafo anterior. Para el lector impaciente, acostumbrado a la vida frenética y a las secuencias de acción hollywoodenses, ambos autores pueden parecer terriblemente cansinos. En realidad, así me pareció Mankell cuando comencé a leer Los perros de Riga, tiempo ha. Mankell es más reconocido por sus novelas policiacas, de cuyos personajes el inspector Kurt Wallander es el de mayor renombre. Cuando por fin comprendí que las novelas de Mankell no son “policiacas” en un sentido holmesiano, sino que son el pretexto para hacer literatura de denuncia, fue cuando comencé a disfrutarlo realmente. En parte fue gracias a este video que entendí el propósito de la literatura de Mankell.

Ajvide resultó ser una experiencia similar. Sí, la historia que cuenta *Låt den rätte komma in *es bella en sí misma, pero son los detalles en los que se enmarca los que aportan más intensidad a la obra. Ajvide, al igual que Mankell, nos presenta una sociedad corrompida, nos muestra las aristas más desagradables. Sin reparos, pero sin amarillismo, nos expone escenas del más profundo decaimiento humano. No cae en el sensacionalismo ni en el moralismo, simplemente nos exhibe la realidad y nos dice “el mundo es éste”. Queda en el lector preguntarse qué hará con esa información.

Disfruté muchísimo Låt den rätte komma in. Tanto la película como el libro son obras excelentes. Por ahí circula un remake americano de la cinta. Un bodrio. Lamentablemente, la edición del libro que tengo tiene de portada un fotograma de dicho remake. Minucias.