El autor sueco una vez más me sorprende con su habilidad para conmover por medio de sus novelas. Alejado de su conocida faceta de escritor policiaco, el Mankell que nos obsequia con Zapatos italianos es un Mankell que ha sabido aprehender la esencia del ser humano y con ella ha creado unos personajes exquisitamente reales.
Un hombre entrado en años vive solo en su pequeña isla, en Suecia. La única compañía que tiene es la de su perro y su gato, ambos bastante viejos también y la visita ocasional del cartero Jansson. Fredrik Welin, nuestro protagonista, en otro tiempo fue médico, pero abandonó la profesión después de cierto suceso desagradable. En su isla desierta pretende olvidarlo todo y por ello evita todo contacto humano. Hasta que un día recibe una visita inesperada. Al parecer no es el único que guarda secretos.
Este libro explora facetas desagradables del ser humano: la soledad, el abandono, la traición, la vejez y el decaimiento. La enfermedad, la muerte y las risas se toman de la mano y nos invitan a un no poco extraño banquete, en el que corren ríos de alcohol, mezclados con gritos de dolor, lágrimas de ternura y un par de zapatos italianos.
Con la maestría que caracteriza a Mankell, el autor nos dibuja de manera certera la condición humana. No nos cuenta, no nos explica, nos muestra y se toma su tiempo para las conclusiones. Nos permite degustar el trago amargo durante muchas páginas, paladearlo, hallarle incluso el sabor dulzón que solamente las cosas verdaderamente amargas pueden tener. La muerte es la columna vertebral en esta novela y se presenta bajo muchos aspectos diferentes. Lo único que tenemos cierto es que no nos abandona.
Pero no todo es totalmente gris. La felicidad salpica el libro con mayor o menor intensidad, como estrellas rutilantes desperdigadas en el oscuro telón del cielo nocturno. Mankell nos permite sonreír y bailar entre las tragedias. La introspección y el sabor agridulce son una constante.
En fin, me ha gustado mucho este libro. Lo leí relativamente rápido y estoy seguro que tardaré mucho en olvidarlo.
No le digan a Wallander, pero comienzo a sospechar que Mankell es mucho mejor escritor humano (no encuentro otra palabra) que policiaco.